“‘De niñe existo y de cuche resisto’: décima Marcha Trans en Bogotá exige dignidad y justicia frente a la criminalización de los cuerpos trans”
Esta marcha nace hace una década como respuesta a la exclusión que muchas personas trans experimentaban dentro del mismo colectivo LGBTI, que no les permitía participar con autonomía en la Marcha del Orgullo. Por eso decidieron construir su propio espacio de visibilidad y denuncia, iniciando en el barrio Santa Fe y extendiéndose a distintos territorios de la ciudad. Esta vez, la movilización arrancó con actividades culturales, feria institucional, olla comunitaria y una jornada pedagógica sobre los derechos de las personas trans. Bajo el lema “De niñe existo y de cuche resisto”, la marcha fue también un homenaje a quienes han sido asesinadas por ser quienes son.
A lo largo del recorrido, se alzaron pancartas con nombres e historias de mujeres trans que han sido víctimas de feminicidios y crímenes de odio, como el caso de Sara Mireyey en Antioquia, quien fue arrojada a un río y agonizó sin que nadie le brindara ayuda, muriendo horas después por la gravedad de sus heridas. Estas historias, lamentablemente, se repiten a lo largo y ancho del país, donde el simple hecho de habitar un cuerpo trans puede representar una sentencia de muerte.
Colombia sigue siendo uno de los países más peligrosos para la población trans. Según estudios, la esperanza de vida de una persona trans no supera los 35 años, debido a múltiples formas de violencia: asesinatos por parte de la delincuencia común, persecución policial, violencia estatal, agresiones por parte de bandas criminales e incluso por parte de sectores organizados de la sociedad que aún no toleran que alguien pueda decidir sobre su cuerpo, su nombre y su forma de existir. Esta criminalización de la vida y del cuerpo se manifiesta no solo en la calle, sino también en la casa, en el colegio, en las instituciones públicas, y en los servicios de salud que se les niegan sistemáticamente.
La marcha también sirvió como plataforma para exigir la aprobación definitiva de la Ley Integral Trans, también conocida como la Ley Sara Millerey, que ya fue aprobada en primer debate en el Congreso. Esta legislación busca garantizar el derecho a la identidad, reconocer el transfeminicidio como delito específico, y brindar acceso real a servicios de salud, educación, empleo y vivienda para la población trans.
Una de las imágenes más potentes de la jornada fue la presencia de mujeres trans adultas mayores, verdaderas sobrevivientes de un país que históricamente les ha negado todo. En ellas se resume la lucha por la vida y la dignidad, y son prueba viva de que resistir también es una forma de existir. La décima Marcha Trans no fue solo una celebración, fue un grito colectivo que pide justicia, respeto y políticas públicas que reconozcan la humanidad plena de las personas trans.
Hoy, más que nunca, sigue siendo urgente que el Estado colombiano y la sociedad en su conjunto escuchen lo que gritan estas marchas: que ser trans no debe ser una condena a la muerte, al miedo o al abandono. Que todos los cuerpos valen, y que todas las vidas merecen ser vividas con dignidad.
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