El Salado 20 años después de la masacre


Se cumplen dos décadas de esta matanza en El Carmen de Bolívar, municipio del Salado en la que fueron asesinadas más de 60 personas. Aún hoy, el pueblo no termina de reconstruirse y los pocos que retornaron hacen lo posible por sobrevivir.

La memoria colectiva y la construcción de un recorrido histórico solido, permite el  no olvidar los acontecimientos que han marcado hitos en el desarrollo socioeconómico del país y que de alguna manera han conducido a la realidad particular en ocasiones cruel y drástica de nuestro país. Por ello hay que empezar a realizar un análisis concienzudo sobre la praxis de nuestros hechos como nación y pueblo, no podemos permitir que tantos de los actos que ya parecen naturales,  pasen como una fecha más convirtiéndose en  un mito en el conflicto armado, político o personal según sea el caso.
Es triste conmemorar una masacre, un acto de crueldad, indignación y dolor de colombianos, pero es necesario no perder la memoria; “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”; reclamamos un acto de reflexión e intervención ciudadana, llamando a que adoptemos una posición política frente al flagelo de nuestro país, que al pasar el tiempo se complica aún más.
Los recientemente mencionados Falsos positivos, pasan a un segundo plano, mientras el país especula sobre la suerte de este gobierno y la cotidianidad de las novelas. Pocos se han detenido a reflexionar sobre los niveles a que ha llegado el conflicto colombiano que partir de estas revelaciones; se ha notado un síntoma, de la degradación a la que ha llegado el Estado colombiano en su lucha contra la insurgencia.
Es por esto que  la base de nuestros problemas de inestabilidad social, que hoy se disfraza de una seguridad democrática burocratizada, merece ser tema de interés general, aportando niveles de crítica y razón  social a partir de una democratización de la información de los hechos de la manera más verídica y transparente posible. Es por ello que la ocasión permite hacer una invitación formal y segura a hacerse participe de los cambios  y hechos trascendentales, que  si bien hoy hacen  parte de un presente incompleto mañana serán el legado circunstancial con consecuencias negativas o positivas según actuemos.
Pero, para lograr lo anterior es válido ser redundante en el aspecto de nuestra historia y es que así suene repetitivo o circular esta intervención, es seguro que si se realizara la acción mencionada sería el primer paso para reconocernos, valorarnos y curarnos desde el interior.
A El Salado no volvieron todos los que salieron cuando al pueblo le cayó la violencia encima. Entonces había unos 5.000 habitantes. De ellos no quedó ninguno por casi dos años. Y luego, cuando empezaron a retornar, lo hicieron de a pocos. Hoy, calculan sus pobladores, allí viven unos 1.200 salaeros, como se les llama a quienes nacen en este caserío enclavado en los Montes de María. El pueblo no volvió a ser lo que fue antes de febrero del año 2000.  Por estos meses, el verano deja sentir sus consecuencias. Nadie quiere que el sol de mediodía lo coja en los arenosos caminos del pueblo. Conseguir una cerveza fría puede resultar una labor titánica, porque como el sol está matando los cultivos de maíz, de yuca, de ñame y las vacas no están produciendo la misma leche, no se compra igual y los locales no están aprovisionándose de cerveza. Afuera, El Salado queda vacío. Hay gente, pero no se ve el movimiento.
Nota: Apartes de la publicación www.elespectador.com/colombia2020/ 

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