Por: Felipe Pineda Ruiz*
El centro de Bogotá es el reflejo de las disparidades culturales, económicas y sociales del país. Aunque éste alberga uno de los enclaves financiero-bancarios más robustos de Colombia, una de las tres localidades que lo conforman, Santa fe, es una de las cuatro con mayor población en condición de pobreza en la ciudad, alcanzando el 23,2% de sus habitantes. Santa fe es a su vez una de las dos localidades con más alto porcentaje de pobreza multidimensional, 17,4%, solo superada por Bosa (DANE - SDP Encuesta Multipropósito 2014).
En el centro de Bogotá coexisten no solo personas de diferentes regiones y etnias sino una amalgama de dinámicas que se yuxtaponen. En un territorio de tan solo 130.000 habitantes barrios populares colindan con otros de estratos 4 y 5. En pocos metros es posible cotejar realidades diametralmente opuestas. Y es precisamente ese uno de los puntos nodales de la discordia: la gentrificación.
Entendida como “la transferencia de un lugar de una clase a otra, implique o no cambios físicos” (Salins, 1979:3) la gentrificación está cambiando las dinámicas del centro mediante el auge de una burbuja inmobiliaria sin precedentes en este sector.
Proyectos como City U (perteneciente al triangulo de Fenicia), BD Bacatá, Museo Parque Central, Entrecalles, las Torres Atrio, y la Torre Barcelona han valorizado el precio de los suelos del sector sin generar plusvalías, medidas en transferencia de rentas y beneficios tangibles, para los moradores de las zonas adyacentes.
Este proceso ha devenido en dividendos económicos para los constructores, traducidos en aumentos exorbitantes del valor del metro cuadrado en ciertas zonas del centro de la ciudad (https://bit.ly/2Ln7BoL). El auge de nuevas construcciones ha traído consigo centenares de nuevos residentes con niveles educativos, y adquisitivos, más altos que los de la media de los habitantes con cierta antigüedad en el sector. La oferta de apartamentos en alquiler, y de bienes y servicios, aumentó de la misma forma que el costo de vida en el sector (muy por encima del IPC decretado por el Gobierno Nacional).
Lo anterior ha terminado por configurar un proceso de gentrificación menos agresiva, cuyos afectados son personas que ante esta sumatoria de variables han optado por alejarse del sector. De otra parte, no todos los proyectos urbanísticos en el centro han sufrido procesos de beneficio recíproco en las negociaciones entre constructores y propietarios. El Plan Parcial de Renovación Urbana, del Triángulo de Fenicia (Decreto 146 del 30 de marzo de 2016), se ha constituido en un paradigma de enajenación involuntaria en el cual los propietarios son obligados a vender so pena de ser expropiados.
Mediante una sofisticada estrategia de relaciones públicas, en la cual la premisa de la “responsabilidad social empresarial” emerge como un salvavidas para la “subclase” empobrecida del sector, la Universidad de Los Andes ha vendido el proyecto como una oda a la filantropía, que se resume en uno de los apartes de su sinuosa campaña: “por eso queremos invitarlos, queridos propietarios, a que se asocien, a que no se vayan del barrio. Bajo un esquema de vinculación, el proyecto reemplazará los metros actuales por metros en la Fenicia renovada. Vecino, no se quede por fuera. Haga parte de la renovación” (https://bit.ly/2uvBbSJ).
* Felipe Pineda Ruiz, publicista, investigador social, director del laboratorio de innovación política Somos Ciudadanos (www.redsomosciudadanos.com).
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