Colombia: la hora de la transición democrática

Por: Felipe Pineda Ruiz*

La carrera, por la presidencia de Colombia, ha llegado a sus últimos cien metros. La incertidumbre, ante la ausencia de coaliciones robustas, en el espacio político denominado “alternativo”[1], domina la agenda nacional. 

A escasos cuatro meses de la primera vuelta, son más las sombras que las luces, las que dominan el panorama. De las múltiples coaliciones en ciernes, a excepción de la convergencia de derechas (uribista), conformada por los candidatos Martha Lucía Ramírez, Alejandro Ordoñez e Iván Duque, ninguna otra logró finalmente concretarse de cara a la primera elección, a realizarse éste 27 de mayo.

La fragmentación de la izquierda[2], en medio de un horizonte unitario uribista, de un reagrupamiento clientelar y burocrático regional, en torno a la candidatura de Germán Vargas Lleras, y de la bifurcación del centro político, entre la defensa de la paz (Humberto De la Calle) y la lucha contra la corrupción (Sergio Fajardo), sitúan a esta corriente ideológica, de forma inducida o no, al margen del epicentro electoral en éstas presidenciales de 2018.

Aunque novedosa a nivel programático, rupturista con respecto al statu quo, y ambiciosa en su alcance, la candidatura de Gustavo Petro, el aspirante con más posibilidades de la izquierda, se diluye ante la imposibilidad de acercarse al centro, contrarrestar su alta desfavorabilidad y generar confianza entre sectores del establecimiento y electores de otros aspirantes.

Y es precisamente la superación de ese obstáculo, aproximarse al centro, logrando atraer a los votantes de opinión, lo que hizo posible que la izquierda democrática gobernara en la ciudad de Bogotá durante 12 años. De esa manera esta corriente logró imponerse en tres oportunidades seguidas, por encima de bloques políticos más sólidos y tradicionales.

2018: de las constancias históricas a las transiciones democráticas.

Una de las virtudes de Petro, la posibilidad de canalizar el descontento reinante, y transformarse en una fuerza declarativa capaz de impugnar el orden establecido, parece no encontrar condiciones objetivas para devenir en mayoría. No existe, en el momento, ni estado fallido o crisis económico-institucional que faciliten un inesperado ascenso electoral a su favor.

Lo otro es la hegemonía: en medio de una cultura católica y conservadora, la apuesta de la izquierda sigue estando ligada, por la gente del común, con la guerrilla, el caos, la irreligiosidad, el anarquismo y las expropiaciones masivas. El fracaso de la revolución madurista, que suplantó por completo al chavismo, reafirma ese constructo mental que, querámoslo o no, sigue siendo mayoritario.

El impedimento de realizarlo todo en el corto plazo, en caso de triunfar Petro, puede conducir a un repliegue sin precedentes de la lucha por la transformación del Estado. En lugar de victorias imaginadas y solventes, como la de Pepe Mujica, o las reelecciones de Lula, Correa y Evo, el campo alternativo puede verse abocado a un escenario convulso, dividido y colmado de conflictos, una vez en el Gobierno.

La victoria de la izquierda, en medio de un marco institucional, moldeado por una estructura socio-económica arcaica, y por poderes fácticos nacionales e internacionales en contra, conduciría a una crisis de gobernabilidad sin precedentes, situación que sepultaría definitivamente la posibilidad de un verdadero proyecto nacional-popular por varias décadas.

De otra parte el paradigma de victoria en la disputa por el estado, del progresismo latinoamericano, la denominada "década ganada", apelada por otros “década pagada”[3], no tuvo como protagonista a ningún proyecto alternativo en Colombia durante el periodo 2002-2014. Al igual que en el caso peruano, con sendero luminoso, siguen latentes en el país las acciones armadas de las Farc, y la relación en el imaginario colectivo de la izquierda con la lucha armada. De lo anterior se deriva la importancia de un gobierno alternativo de transición.

Es preciso mencionar que varios de los proyectos de transformación social, y de ascenso de las izquierdas, en su versión socialdemócrata en Iberoamérica, operaron gracias a transiciones facilitadas por gobiernos de centro-derecha cuyo objetivo principal fue generar un marco de distensión entre polos ideológicos en disputa y ampliar los linderos de la democracia, posterior a dictaduras o a estados fallidos previos.

En este contexto es menester recapitular el ascenso de Adolfo Suárez (UCD), ulterior a la etapa de Franco, el cual facilitó el arribo del socialista Felipe González (PSOE); la llegada de Patricio Aylwin (Democracia Cristiana) que abrió la posibilidad de crear un frente común contra la dictadura (la concertación), coalición que permitió que los socialistas Lagos y Bachelet gobernaran posteriormente.

Una mención especial merece el ascenso al poder en Brasil de Fernando Henrique Cardoso (PSB), quien luchó contra la élite corrupta previa, liderada por Fernando Color de Mello e Itamar Franco. Su gobierno generó una ruptura y un remezón en las propias élites, mediante la modernización del Estado. Sin los 8 años de gobierno de Cardozo, hubiera sido imposible el arribo al Palacio de Planalto por parte de Lula Da Silva (PT).

La lectura del momento: recuperar la sensatez

En perspectiva, y en retrospectiva para el caso colombiano, la coyuntura actual debe asumirse con responsabilidad. Hoy por hoy se juega el futuro del bloque alternativo en las décadas venideras. Sin afán alguno de enarbolar consigna alguna es momento de dejar atrás las “constancias históricas”, la superioridad moral y las derrotas que el “statu quo de izquierdas” suele celebrar con regocijo.

En un artículo reciente el periodista uruguayo, fundador de Telesur, Aram Aharonian recordaba las palabras de la socióloga mexicana Beatriz Stolocwicz con respecto al “mainstream de la izquierda”que “en las ciencias sociales opera como una zona de confort, con algunas ideas de las que se echa mano para todo, usadas casi como consigna, lo que es cómodo para mantenerse en el candelero de la opiniología, pero no explica adecuadamente la realidad"[4].

La apuesta por la no polarización, y el fin de un conflicto de más de 50 años, tampoco debe ser trivializado. La imperiosa necesidad de generar las condiciones para que el post acuerdo se desarrolle en un clima propicio, necesita un gobierno que lo haga respetando las ideas del otro y que otorgue garantías a actores sociales, tanto de izquierda como de derecha.

A diferencia de quienes defienden la idea de revivir el plebiscito del 2 de octubre, y sus dos orillas antagónicas, la candidatura de Sergio Fajardo intenta acabar con dicha frontera acercando su programa a la "Colombia profunda" que votó No en aquel referendo por la paz. De hecho, es el único de los candidatos del bloque del Sí que tiene acogida entre los electores del No.

Ni el “hacer trizas los acuerdos”, de cierto sector del uribismo, ni el “defendamos los acuerdos, para hacer capitular a la extrema derecha”, de la Unidad Nacional y la izquierda, parecen imponerse en esta nueva realidad. De hecho, el tópico de la paz aparece relegado en el orden de prioridades de la ciudadanía, según los sondeos realizados en los últimos meses, por diferentes empresas encuestadoras[5].

Como diría recientemente la periodista Cristina de la Torre, en su última columna en el Espectador “Terminados el conflicto y el señuelo electorero de las Farc, salen de su encierro los problemas que demandan a gritos solución, estrategias y programas de gobierno que ningún candidato podrá ya burlar”[6].

La “revolución serena de Sergio Fajardo”

La apuesta de Fajardo intenta devolverle la esperanza a unas capas medias, de urbes principales e intermedias, hastiadas del dilema de las tres "p": polarización, problematización y parálisis. Ante la falta de respuestas, en medio de un panorama confuso y diluido, el filósofo esloveno Slavoj Žižek aporta coordenadas al mapa del hostil territorio: "Lo que está notoriamente ausente es (...) un proyecto de cómo transponer islas de resistencia caótica a un programa positivo de cambio social"[7] .

El panorama de certezas que ofrece el candidato de la "revolución serena", como el mismo la ha denominado, incluye una transición pensada para mejorar la gestión pública, la recuperación del Estado, ahora capturado por clanes corruptos locales y nacionales, y una agenda programática en donde la inversión creciente en investigación y desarrollo, ciencia y tecnología, y educación como elemento facilitador de la movilidad social, cobran vida.

Ante los credos del estatismo excesivo, por un lado, y del libre mercado que suplante al Estado, por el otro, la propuesta del ex alcalde de Medellín entiende la necesidad de impulsar los grandes, medianos y pequeños emprendimientos con ayuda gubernamental.

Un capítulo especial en el recetario fajardista, heredado del legado de la “ola verde” liderada por Antanas Mockus, lo protagoniza la necesidad de empoderar a la ciudadanía y construir sobre lo construido, es decir generar una narrativa lo suficientemente consistente para convencer y vencer. Su propuesta, a diferencia del “todo vale” que domina la política colombiana, pone de relieve la importancia de la frase, acuñada por el profesor Carlos Duque[8]“los medios dignifican el fin”

Uno de los apartes del documento político de “recuperar la ilusión”, facción del movimiento Podemos de España, liderada por Íñigo Errejón, resume aquella transición, que intenta emular la denominada “Coalición Colombia”, de la siguiente manera: "Seremos gobierno cuando previamente la sociedad española nos imagine gobernando. Y eso sólo se hace de una forma: gobernando ya en los intersticios o en las iniciativas posibles; reuniendo en torno a nosotros a los mejores y los más prestigiosos; suscitando entre la gente sencilla la confianza no sólo de que nosotros no les fallamos, sino también de que somos capaces de hacer las cosas de manera distinta y eficaz"[9].

Felipe Pineda Ruiz, publicista, investigador social, colaborador de la Fundación Democracia Hoy. Director del laboratorio de iniciativas sociales y políticas Somos Ciudadanos. Editor de www.democraciaenlared.com 


Notas

[1] Espacio político conformado, entre otros, por los partidos y movimientos Polo Democrático Alternativo (PDA), Partido Alianza Verde, Alianza Social Independiente (ASI), Movimiento Fuerza Ciudadana, Movimiento Poder Ciudadano, Movimiento Alternativo Indígena Social (MAIS), Movimiento Colombia Humana y Movimiento Compromiso Ciudadano.

[2] Por la denominada “izquierda democrática” participarán por separado, en primera vuelta, los candidatos Gustavo Petro (Colombia Humana), Carlos Caicedo (Fuerza Ciudadana), Clara López (ASI-Todos Somos Colombia) y Piedad Córdoba (Poder Ciudadano).

[3] El concepto de “década ganada” fue acuñado, como impronta comunicativa por la administración de Cristina Fernández de Kirchner, al completar sus primeros 10 años de gobierno en Argentina. Posteriormente Rafael Correa, Evo Morales, y otros presidentes progresistas, lo incluyeron en su relicario discursivo. La “década pagada” hace referencia a la irrupción de una militancia artificial, en el seno del kitchnerismo, movida por el clientelismo y la burocracia estatal, situación similar a la experimentada por la izquierda en la ciudad de Bogotá durante sus 12 años en el Palacio de Liévano.

[4] Aharonian, Adam. En busca del pensamiento crítico perdido. Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), enero 5 de 2018. Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/190168

[5] Charry Urueña, Juan Manuel. Gran encuesta. Website de la Revista Semana, diciembre 27 de 2017. Fuente: http://www.semana.com/opinion/articulo/gran-encuesta-por-juan-manuel-charry-uruena/551925

[6] De la Torre, Cristina. ¿avispero a primera vuelta?. Website del Periódico El Espectador, enero 15 de 2018. Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/avispero-primera-vuelta-columna-733467

[7] Žižek, Slavoj. (2013). El año que soñamos peligrosamente. Madrid, España: Ediciones Akal, S.A.

[8] Docente universitario, Doctorando en filosofía política, Unicamp-Brasil.

[9] Errejón, Íñigo; Maestre Rita; Bustinduy, Pablo y Serra, Clara (2017). Desplegar las velas: un Podemos para gobernar, borrador del Documento Político de Recuperar la Ilusión, p. 23.

Comentarios