La venta de ISAGEN y otras empresas públicas son compromisos desde el plan Colombia.

Por: Jorge Aníbal Correa Segura

Luego de un lustro de privatizar las empresas de servicios públicos de Colombia que sean o puedan ser rentables para el capital privado, la experiencia permite juzgar esa política.

Ella tiene origen en las necesidades del capital monopolista extranjero. En palabras de Luis Mauricio Cuervo, director del Cider de la Universidad de los Andes, “la globalización ha llevado a las naciones industrializadas de occidente, presionadas por la competencia japonesa y asiática, a abrir nuevas ramas de acumulación de capital: telecomunicaciones, energía y servicios urbanos agua, recolección y tratamientos de basuras especialmente...

Esto (se refiere a los problemas fiscales internos de los países atrasados) y la caída de la tasa de ganancia en los países del norte mejoró las condiciones de rentabilidad para la inversión en nuestros países. De esta manera concluye- se creó el contexto económico y político para la intervención del capital, nativo y extranjero, en esta rama de la actividad”. 

En el caso de Colombia, por ejemplo, tanto el acta de compromiso signada con el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Plan Colombia acordado con el gobierno de Estados Unidos, están condicionados a que se privaticen ISA, Isagen y las electrificadoras regionales. 

Y las privatizaciones que se avecinan en acueducto y alcantarillado vienen presionadas por la contratación de nuevos créditos externos. Las más notables consecuencias de la venta de las empresas de servicios públicos al capital privado, y fundamentalmente al extranjero, han sido las siguientes:

Las políticas neoliberales en las que se sustentan las privatizaciones despojan a los servicios públicos del carácter de derechos ciudadanos inalienables que tenían antes, convirtiéndolos en vulgares mercancías que sólo deben estar a la orden del que pueda pagarlas al precio que determinen los empresarios que las ofrecen. Es esto lo que refleja el paso de servicios a negocios y de usuarios a clientes.

Las privatizaciones no acaban con los monopolios. Simplemente, sustituyen los monopolios públicos por los privados. Y éstos, naturalmente, se aprovechan de sus condiciones monopólicas para esquilmar a unos clientes que ni siquiera tienen la opción de comprarles a otros o de renunciar, sin graves sufrimientos, al servicio.

imagen tomada de internet
Existen serios estudios que inclusive demuestran que en el caso de los servicios públicos, sector en el que por definición aparecen economías de escala, la competencia no aumenta la eficiencia sino que la disminuye, aumentando los costos de producción de los servicios.

Alzas escandalosas en las tarifas, incrementos que se han dado antes y después de que se hacen las privatizaciones, pero que siempre tienen como causa principal que sin ellos no es posible ofrecerle al capital privado el único estímulo que lo moviliza: ganancias superiores o por lo menos iguales a las que consigue en otros sectores de la economía. Y esos incrementos tarifarios por encima de los índices de inflación nacional siguen siendo la política del gobierno. Por ejemplo, en 1999 la inflación fue de 9.23% y las tarifas se elevaron 23%, en tanto que para el año 2000 el gobierno tiene proyectada una inflación de 10%, con un alza de tarifas de 20%. En el caso de la telefonía, la disminución de los precios de la larga distancia internacional ha sido más que compensada por los incrementos en la larga distancia nacional y, sobre todo, la local, produciéndose un cambio perverso en el que los pobres terminaron pagando más por sus llamadas que los ricos. Lo mismo está ocurriendo con las tarifas de energía, en las que los usuarios no regulados (los grandes) pagan por kilovatio lo mismo que cancelan los del estrato uno.


El Estado puede prestar los servicios públicos a precios subsidiados o con unos que igualen su costo de prestación más el de la ampliación de las redes (sin incurrir en pérdidas), pero así no puede actuar la empresa privada que siempre tendrá que cobrar esos mismos costos más otra suma que le asegure utilidades y acumular riqueza en dinero contante y sonante que pueda trasladar a otros negocios. Es por esto que siempre serán más costosos los servicios privados que los públicos.

Los organismos de control creados por las leyes que impulsan las privatizaciones han demostrado su incapacidad para controlar los monopolios privados, si es que en verdad tienen ese propósito y no son simples instrumentos de la demagogia oficial.

Como dicen los neoliberales, quienes compran las empresas de servicios públicos no se llevan sus activos al extranjero. Pero sí se llevan las utilidades que producen, con lo que se hace más lenta la acumulación de la riqueza en el país y se complica todavía más sacar a Colombia de su gran atraso.

La Asociación de Ingenieros Eléctricos, Mecánicos y Afines (Aciem) también ha denunciado que para la ejecución de sus obras las empresas privatizadas establecen sistemas de contratación sesgados en contra de la ingeniería nacional y en favor de los contratistas extranjeros, lo que también genera desempleo y entraba la formación de ahorro nacional.

Las privatizaciones implican despidos masivos y sistemas de contratación que reducen la estabilidad laboral, el derecho de organización y los salarios. Entonces, una parte considerable de las mayores utilidades de las empresas privatizadas no responde a aumentos de la productividad del trabajo sino al incremento de su explotación, lo que, además de antisocial, conspira en contra de la prosperidad del país y de su desarrollo tecnológico.

Las privatizaciones también conducen al desmejoramiento de los servicios o a su negación entre los sectores que no puedan pagar las tarifas que movilizan al sector privado. Esta realidad es especialmente preocupante en las zonas rurales, donde la pobreza es aún mayor que en las áreas urbanas, los altos costos de instalación de los servicios impide que generen utilidades y todavía millones de colombianos carecen de ellos.

Las empresas que se privatizan se venden a precios que no sólo no pagan el valor de los activos que se enajenan, sino que ni siquiera cubren los valores que indican las utilidades que producen. Han sido frecuentes las ventas por la mitad y hasta por un tercio de los costos de oportunidad. El truco para justificar estas estafas legalizadas en contra del patrimonio nacional consiste en que los inversionistas extranjeros exigen tasas de descuento (utilidades) para sus inversiones hasta por el triple de las que consiguen en sus lugares de origen, y el gobierno baja los precios de venta de las empresas hasta cuando les cuadren las cuentas.
Los dineros percibidos por el Estado a cambio de feriar el patrimonio nacional ni siquiera se han convertido en nuevas fuentes de acumulación de riqueza. Casi todos ellos han ido a pagar la deuda externa y atender el déficit fiscal.

Las privatizaciones también atentan en materia grave contra la soberanía nacional, porque le trasladan al capital extranjero el control de sectores estratégicos de la economía colombiana.

En consecuencia con estas realidades, este Encuentro se opone por razones de principios a las privatizaciones de las empresas de servicios públicos que aún no lo han sido y se plantea en favor de la reversión general de las privatizaciones que ya se han dado.
Asimismo, reclama que cualquier política sobre servicios públicos se defina de manera soberana por la nación colombiana, sin ningún tipo de imposición por parte del capital extranjero, y atendiendo muy especialmente a las necesidades de los sectores populares.
La privatización es una reacción a la crisis del Estado Empresario de la posguerra, la cual adquiere formas diversas en relación con la realidad socioeconómica donde se realice. El termino de privatización es poco específico ya que cubre un conjunto extenso de fenómenos que abarcan desde la desregulación hasta la desnacionalización; es por eso que en el ensayo se hace la distinción entre el significado amplio entendido como un conjunto de técnicas económicas dirigidas a disminuir la intervención del Estado y el estricto o restrictivo que se refiere únicamente a la transferencia de propiedad pública al sector privado. 

La noción amplia de la privatización encierra, entre otros, acciones de desmonopolización, desregulación de actividades y la subcontrataciones. Mientras que la noción restrictiva hace referencia a la desnacionalización y la desestatización. En el ordenamiento colombiano se llevan a cabo primordialmente la desnacionalización y la desestatización, cuyo marco constitucional establece el papel y dimensión del Estado, y su relación con la sociedad. Esto condiciona la actividad económica a las finalidades generales del Estado y los objetivos específicos de la propia Constitución. Las finalidades de la privatización son múltiples y su importancia descansa en la armonía que mantengan con el ordenamiento constitucional respectivo y sus objetivos. Una vez establecidas aquellas condicionantes de la decisión de privatización el principal dilema de la operación privatizadora, a cargo del legislador, es llevar a cabo los diferentes procedimientos de privatización teniendo en cuenta la particularidad de cada caso. 

Colombia continúa en Latinoamérica en la vía de la privatización de las empresas públicas, uno de los puntos cruciales del neoliberalismo que hoy el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea y Banco Central Europeo están imponiendo a Grecia, Portugal, España e Italia para que le paguen cumplidamente a los bancos. La última etapa en ese camino de privatización en Colombia se dio con la venta de acciones de ECOPETROL, proceso que se inició en 2003 con la venta del 10 por ciento del capital de la empresa estatal a particulares. 

En el segundo proceso de privatización que se produjo en el mes de agosto 2011 se vendieron acciones por 2.4 billones de pesos, con una compra promedio de 10 millones de pesos por persona natural. Otra importante empresa de la cual se quiere continuar su privatización es la de la Empresa de Energía de Bogotá. La gerente informó que estará para la venta un porcentaje cercano al 8 por ciento. No se ve la necesidad de una nueva privatización parcial para una empresa altamente rentable, que debe continuar siendo de los bogotanos. 

Similar situación ocurre con la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá, que el ex alcalde Samuel Moreno quería venderla. Afortunadamente la alcaldesa,  Clara López se opuso a esta venta, como en su momento también El Alcalde Petro quizo conservarla y fortalecerla pero el nuevo alcalde el señor Enrique Peñaloza propone la privatización de empresas como la ETB y de la Empresa de Energía de Bogotá y aún la de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá. 

En un país como Colombia, privatizar empresas significa concentrar más la riqueza, ya que los únicos que pueden acceder a la compra de acciones son personas de estratos altos y de capitales mal habidos. Por ejemplo, en la última venta de acciones de ECOPETROL, la compra mínima era de 1.850.000 pesos, suma solo accesible a personas de ingresos altos. Otra forma de privatización escondida es la subcontratación de procesos, lo que llega a debilitar los sindicatos y a desmejorar las condiciones económicas de los subcontratados. En la Empresa de Energía de Bogotá, los empleados directos de la empresa son muy pocos. La mayoría son subcontratados con condiciones impuestas por los directivos.

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