Entre recordatorios de paz
Por John Parra

"La gerencia nos hizo salir de allá, ellos no dejaron que nosotros siguiéramos con nuestro negocito quien sabe por qué" dice María Plazas, una mujer de 39 años, madre de dos hermosas niñas de 18 años, que trabaja en la entrada del Cementerio El Apogeo, al sur de Bogotá, desde hace más o menos 19 años. Ella, una mujer morena, de baja estatura, sencilla y con un gran corazón ha levantado con su esposo a sus dos hijas, trabajando en recordatorios para tumbas.

Todos los días María llega a su lugar de trabajo a las 8:30 am y empieza su día con positivismo, pues es consciente que las ventas han ido disminuyendo desde que los reubicaron allí y que la competencia es brava, como dicen popularmente, ya que no faltan las peleas, las envidias, el egoísmo, además. "Son los clientes los que se han quejado en varias oportunidades ante la administración del cementerio para que nos dejen estar allá adentro, pero no se ha podido hacer nada", asegura María mientras arregla los objetos que expone en su puesto de trabajo.

Y aunque su trabajo le ha permitido sostener a sus dos hijas y el trabajo de su esposo les ha permitido brindarles educación a las mismas y vivir dignamente, ella todavía espera que las condiciones en la capital mejoren, pues como ella misma dice "la plata no alcanza para nada y cada vez la situación se pone más dura". Por ahora sigue vendiendo sus recordatorios en la entrada del cementerio, esperando tener mejores resultados y pidiéndole al próximo Alcalde que mejore la situación de trabajo para todas las personas, en especial, para aquellas que se encuentran, como ella, en la calle buscando sobrevivir.




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