Nuestra Historia


La historia de los pueblos es diferente cuando quien la mira decide ponerse las gafas y observar  lo qué realmente sucede en la ciudad. Poco se ha hablado del surgimiento de los barrios de Bogotá, en especial de los que están en el SUR,  ese sur lejano del que algunos hablan con poca importancia pero del que hay mucho que contar. Hablar sobre cierta ciudad es hacer referencia a los lugares más bellos de ella, sus centros comerciales, sus vías de transporte, los hermosos parques de diversión, además, hablar sobre la otra realidad, la de los pobres.

Siempre que se pregunta por un lugar, las buenas referencias llegan a nuestros oídos, excluyendo información importante. Las calificaciones pueden ser buenas o malas según quien las diga, sin embargo, casi siempre se alardea sobre la ciudad y se menciona lo bonito que tiene, lo agradable que es, lo  que hay para mostrar, etc., y entonces yo me pregunto, ¿qué pasa con la gente pobre, con esos excluidos que tiene Colombia, con sus luchas sus historias y sus esperanzas? Y es por eso, por esa precisa pregunta, que se hará alusión al surgimiento de dos barrios ubicados al Sur de la capital: Nuevo Chile y El Olarte, conocidos por su historia.

El surgimiento de los barrios Nuevo Chile y El Olarte se remonta a la década de los 70,  época en que las dinámicas sociales del país cambiaron debido al conflicto que se presentó entre guerrillas y Estado, así como por los procesos de represión política de aquella época. El surgimiento de las FARC, por ejemplo, en Colombia y sus constantes luchas con las honorables fuerzas armadas del país, provocaron el desplazamiento forzado de miles de campesinos de diferentes partes de Colombia (Tolima, Santander, Boyacá, Huila, Llanos Orientales) a la capital del país, la cual era como ahora conocida, como la ciudad de las oportunidades.

Los recuerdos de cómo estos llegaron a Bogotá no son los más agradables, pues están enmarcados dentro de una lógica de desplazamiento que no deja buenas experiencias. El arribo de estos no fue fácil. Ubicarse en una ciudad como Bogotá cuando no se conoce y no se tiene familia es realmente difícil, pues la forma de vivir de la ciudad es totalmente diferente a la de todas las regiones del país. No poseer un terreno en el cual edificar una casa o por lo menos un cambuche mientras se organiza, hace que el panorama empeore por completo.

Pasemos de una vez al tema que nos interesa, el nacimiento de los dos barrios.  Empecemos por el Nuevo Chile. El lugar caracterizado por tener un gran pastaje, siembra de productos agrícolas y ser usado para alimentar vacas y adiestrar caballos, fue invadido, en el buen sentido de la palabra, por los recién llegados que buscaban conseguir dónde vivir.  El lugar conocido como “El mar de la Tranquilidad” fue habitado por algunos campesinos que compraron lotes para conformar sus hogares, así como por otros que se tomaron la tierra a la fuerza y ejercieron su derecho a la vivienda, empuñando picas y palas para construir una casita o un cambuche donde meter la cabeza con sus chinos, como dicen ellos.

La lucha de los habitantes porque sus predios fueran reconocidos como legales y por tener los servicios de luz, agua y teléfono, es realmente importante dentro de la historia del barrio, pues dicha ilusión hizo que por años estos se organizaran y reclamaran ante diferentes instituciones porque ello sucediera. Con palos, piedras y agua, hombres, mujeres, niños y jóvenes defendieron sus terrenos cada vez que agentes de la policía intentaban desterrarlos de allí, sometiéndolos a un segundo desplazamiento. El deseo por parte de algunas instituciones de recuperar esos terrenos y ponerlos a disposición de otros, hizo que las luchas se perpetuaran en el sector por algunos años, generando dentro de la zona una atmosfera de amistad entre los habitantes, que generó lazos de resistencia frente a lo ocurrido, hasta que lograron obtener tanto la titulación de sus bienes como el acceso a los servicios públicos. Después de 40 años, la mayoría de los fundadores continúa en el sector impulsando mejoras en la calidad de vida de todos los que residen en la zona.

Pero dejemos a un lado, sólo por un momento, al Nuevo Chile como es conocido y hablemos de El Olarte, barrio que tiene una historia interesante dentro de sus calles. Recordemos que la violencia en el país estaba a flor de piel y los procesos de desplazamiento forzado del campo a la ciudad eran pan de cada día. Así como campesinos de todas las zonas del país llegaron al Nuevo Chile, lo mismo sucedió con El Olarte, barrio vecino al anterior, pero que tiene un recorrido diferente al otro, pues por cosas del destino éste ha tenido un mejor final, o por lo menos eso parece. En la década de los 70, el territorio conocido hoy como El Olarte, era propiedad del Sr. José Velásquez, quien llamaba a estos predios “Finca El Olarte”, el cual contaba entonces con un humedal  (Villa del Rio actualmente) y zonas de pastoreo para caballos, vacas y cabras, las cuales producían ingresos proporcionales en la época. La siembra de trigo, por ejemplo, dejo buenas ganancias en los bolsillos de Vásquez así como de algunas familias que se dedicaban a la venta del producto. Y aunque la tierra produjo riquezas agrícolas y remuneraciones económicas considerables, cierto pedazo de ese gran lote fue usado como depósito de basura.

Y como los desplazados eran cada vez más y ninguno quería abandonar los predios del Sr. Vásquez, éste no tuvo otra opción que vender sus terrenos al Sr. Fabio Moreno Escobar, quien en ese momento era integrante de Asucol Ltda., urbanizadora de aquel entonces. Pero el deseo de los residentes de allí no era otro sino el de habitar dignamente dichas tierras y obtener también sus servicios públicos, por lo que decidieron junto a Moreno, inscribirse en un proyecto urbanístico ante el Departamento de Planeación Distrital y beneficiarse de él, pues la constructora abrió la venta de casas a través de la Corporación de Ahorro y Vivienda, las Villas, la cual dio en ese entonces facilidades de pago para quienes querían obtener una de ellas.

Por ello, la obtención de los servicios públicos fue más fácil para los residentes de El Olarte que para los del Nuevo Chile. Su constitución legal hizo que estos obtuvieran relativamente rápido sus servicios públicos y que las vías de transporte fueran realizadas en corto plazo respecto a otras. El sector se caracterizó entonces por contar con una iglesia en pleno corazón del barrio y con apartamentos que en su época fue financiado por el Banco Davivienda.

Y aunque al parecer los dos barrios ahora se encuentran en buenas condiciones, pues tienen vías de transporte, acceso a servicios públicos, medios de comunicación (televisión, radio, diarios informativos, internet), condiciones de vida entre comillas buenas, la ciudad aún se encarga de olvidar a este sector, el cual al igual que todos tiene una historia por contar. El estigma de los bogotanos o los de otras regiones del país hacía las poblaciones del Sur de la Ciudad no cambiaran, mientras no hayan espacios que permitan conocer a esos sectores que están llenos de esperanza, alegría, empuje, trabajo… a todos aquellos que tiene rostros amables, buenos tratos, palabras cariñosas, abrazos que repartir y sonrisas para compartir.

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