Por: Yezid Arteta Dávila
En el estado de Wyoming una despiadada tormenta de nieve obliga a ocho desconocidos a refugiarse en una cabaña. Ocho individuos con un pasado oscuro: un cazarrecompensas, un general sudista, un negro unionista, un falso sheriff, un verdugo, un pistolero, un mexicano integrante de una banda de forajidos y una prisionera condenada a la horca. Quentin Tarantino reunió a estos personajes en Los odiosos ocho, un filme ambientado en los años posteriores a la Guerra de Secesión. La música dirigida por el genial Ennio Morricone obtuvo el Oscar a mejor banda sonora en 2016.
Los diálogos que ocurren dentro de la cabaña —como es costumbre en la filmografía de Tarantino— no tienen pierde. Las acusaciones van y vienen. La lealtad o la justicia no hacen parte de la tabla de valores de los ocho. Son individuos desalmados a los que les importa un rábano el sufrimiento ajeno. Profesionales de la traición. “Mi hermano encabezaba a un ejército de hombres”, dice el falso sheriff. “Tu hermano dirigía a una banda de asesinos”, refuta el pistolero. “Usted no sabe lo que es un hombre negro enfrentado a América”, le dice el negro al general sudista antes de matarlo a balazos. El cazarrecompensas y el cochero fallecen al beber café de una jarra envenenada. El mexicano, la mujer y el negro mueren tiroteados. Nadie sobrevive.
Lo sucedido el pasado 18 de marzo en la Comisión Séptima del Senado de Colombia por cuenta de ocho operadores políticos me hizo recordar el filme de Tarantino. Cinco mujeres y tres hombres aprobaron y leyeron un texto mediante el cual negaban los derechos a millones de trabajadores. La gravedad con la que expusieron el texto daba la impresión de que estuvieran leyendo la Declaración de Independencia de 1810. En la peli de Tarantino el falso sheriff lee un falsa carta que Abraham Lincoln le escribió al negro unionista. Ocho farsantes.
La guinda del pastel la puso Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, quien ordenó publicar un aviso de página entera en el periódico El Tiempo con las fotos de los ocho “valientes senadores” llamados a salvar al país. “La labor de un cabrón no tiene fin”, sentenció el pistolero en la cabaña de los ocho. Un cuarto de siglo lleva el señor Cabal brincando, como un saltimbanqui, del sector público al privado y viceversa. Un especialista en puertas giratorias.
El gobierno que preside Petro tiene aciertos y yerros, pero hay una situación que ha quedado al descubierto: Colombia es un cuerpo artificialmente sano por fuera, pero podrido por dentro. Donde pinchas, Viejo Topo, sale pus. En los más recientes Consejos de Ministros el país ha sido abierto en canal, como lo hace un carnicero con un cerdo. La gente ha podido observar las llagas propias y ajenas. Las del gobierno y la ciega oposición. Colombia está en manos de una mafia de contratistas que han acumulado grandes fortunas sin importarles la suerte de millones. Contratistas que tienen sometido al Estado mediante una legislación hecha a sus medidas. Son estos mercachifles el mecanismo de freno a las reformas. Los ocho senadores que hundieron la reforma laboral son meras marionetas.
Hay millones de colombianas y colombianos indignados con los ocho odiosos del Senado. Los celadores de los edificios están rabiosos porque trabajan noche y día bajo un régimen laboral inhumano. Los choferes y escoltas de los operadores políticos que hundieron la reforma también lo están. Las mujeres que madrugan desde los barrios miserables de las ciudades para lavarles la ropa, cuidar los hijos, cocinarles y limpiarles la mugre de sus lujosas viviendas no están a gusto con la vida que llevan. Los feligreses de las iglesias no entienden como una senadora que pregona la redención cristiana pareciera estar haciendo pactos con el demonio. Los jornaleros que sacan la mierda de los establos, bañan a los caballos y ordeñan las vacas seguirán cobrando una miseria porque un senador de sombrero les niega hasta la esperanza.
La mirada está puesta en el 2026. No hay sino dos alternativas. Una vuelta de tuerca hacia adelante o hacia atrás. Entre potenciar el cambio o apuntillar a las marionetas de los contratistas. “Le sorprendería lo que un hombre con tanto frío es capaz de hacer por una manta”, dijo el negro unionista —interpretado por Samuel L. Jackson— al general esclavista.
Dos recomendaciones, Viejo Topo, para este fin de semana: Los odiosos ocho de Quentin Tarantino y Ennio el maestro, el homenaje que el laureado director italiano Giuseppe Tornatore rinde al gran Ennio Morricone, autor de la música de más de quinientas películas.
Con el debido respeto.
Comentarios
Publicar un comentario