Choque de visiones: Petro y Macron.



El choque entre los presidentes Gustavo Petro y Emmanuel Macron en Sevilla ha reabierto el debate sobre cómo se construyen las jerarquías en los foros internacionales. Durante un panel sobre financiamiento para el desarrollo, Petro cuestionó con contundencia el giro de la agenda mundial, asegurando que “hoy se prioriza la migración sobre el clima”, una narrativa que aprovechan sectores de extrema derecha en Europa y Estados Unidos. Según él, “hay un electorado mayoritariamente ario que usa la xenofobia para ganar votos y diluye la urgencia climática”.

Macron reaccionó de inmediato, reclamando respeto y advirtiendo contra “simplificaciones” que ignoran la complejidad política europea. “Nunca le doy lecciones a alguien del sur… exijo el mismo tipo de respeto”, afirmó, defendiendo que el continente también enfrenta retos migratorios y lucha contra la extrema derecha con datos y ciencia.

El mandatario colombiano, lejos de retroceder, celebró lo sucedido a través de su cuenta oficial, describiéndolo como “el mejor debate que he desatado en foros internacionales”. Dijo que con ese gesto descolocó a Macron, rompiendo la “mise en scène muy eurocéntrica” que suele imperar en estos escenarios. Llamó la atención que un presidente latinoamericano se atreviera a confrontar frontalmente a una figura del Norte global sin mediaciones, señalando las fallas del orden internacional.

Lo ocurrido tiene varias lecturas. Primero, es un cruce ideológico entre dos modelos de gobernanza democrática: uno que defiende la multilateralidad tecnocrática y otro que exige que también se reconozcan las experiencias y urgencias del Sur. Segundo, plantea una reflexión sobre el peso de la etiqueta: un líder como Macron no puede ser irritado por discursos que cuestionan el statu quo sin que haya consecuencias políticas. Y tercero, deja en evidencia la necesidad de que los foros globales abran sus espacios a posiciones que no se alineen con la agenda del Norte.

Mientras los medios tradicionales lo presentaron como un desliz diplomático o una “pelea” entre mandatarios, la importancia real radica en lo que está en juego: reconocer que la emergencia climática y la migración no pueden tratarse como temas secundarios o electorales, sino como epidemias globales que exigen medidas urgentes y justicia distributiva.

En un mundo donde Estados Unidos refuerza su apoyo a guerras en Gaza, Ucrania e Irán, el enfrentamiento simbólico entre Petro y Macron adquiere dimensiones geopolíticas. El Sur global intenta cobrar voz propia, confrontar la narrativa hegemónica y hacer visible lo invisible: el impacto devastador del cambio climático en países que apenas pueden reaccionar, y la creciente vulnerabilidad de millones de migrantes que no entran en la foto de las grandes potencias.

Para Colombia, este intercambio no es una pelea de egos, sino una declaración de principios. Petro manda un mensaje claro: los países del Sur deben dejar de obedecer sin cuestionar. Y si esa posición incomoda a los poderosos del Norte, es porque está poniendo en jaque un sistema que históricamente ha privilegiado sus intereses, mientras disfraza sus fallas como estabilidad global.

El episodio en Sevilla no debe desestimarse. Más que un desliz diplomático, significa que hay una disputa real por narrativas, por reconocimiento y por dignidad. Y aunque Macron no cambie de posición, queda claro que el Sur ya no está dispuesto a aceptar lecciones sin hacer su propia tarea. 

Comentarios